En el camino hacia el éxito, ya sea en el ámbito profesional, deportivo, social o en cualquier aspecto de la vida, la victoria representa la búsqueda y consecución de los objetivos previamente establecidos.
Quien emerge como victorioso no necesariamente es el individuo mejor preparado, el más talentoso o el que más se esforzó. La victoria es un concepto holístico que abarca una variedad de aspectos humanos, tales como el temperamento, la actitud, la perseverancia, la personalidad, entre otros.
A pesar de la común expresión «que gane el mejor», en la realidad, no siempre el mejor o el más preparado se alza con la victoria. Más bien, se trata de una cuestión de determinación y momento adecuado. A veces, todo lo que se necesita es ese impulso o motivación que nos lleva a dar un esfuerzo adicional. Un buen ejemplo es el agua, que hierve a 100 grados Celsius; sin embargo, a 99 grados, sigue siendo simplemente agua caliente. La diferencia de un solo grado es lo que desencadena la magia de la evaporación.
Por tanto, ganar no depende únicamente del esfuerzo o la disciplina personal. Existe un factor adicional, difícil de explicar, que impulsa ese último esfuerzo, esa hora extra que dedicamos al trabajo o ese paso adicional que damos en un partido de fútbol. Ganar se convierte en un hábito, no simplemente una consecuencia del esfuerzo. Aunque la disciplina puede proporcionar una ventaja y aumentar las probabilidades de éxito, su fundamento radica en el temperamento. Sin embargo, sin una actitud ganadora y personalidad competitiva, la victoria permanecerá distante.